La gestión de cultivos y plantaciones agrícolas requiere una importante dedicación de recursos para asegurar que la actividad agraria se desarrolla correctamente. Los cultivos están expuestos a múltiples variables que inciden en su rendimiento: la aparición de enfermedades o plagas, las circunstancias climatológicas, la alteración de las condiciones de fertilidad del terreno, los tiempos de maduración, el rendimiento de la maquinaria…
Cualquier incidencia tiene grandes consecuencias no sólo en la producción, sino también en el resultado del cultivo, variando la calidad o el sabor del producto final. Además, ni todos los cultivos ni todos los terrenos se comportan del mismo modo. Los viñedos, por ejemplo, requieren un control máximo de valores como las temperaturas, la humedad o la maduración.
Por otro lado, la influencia de agentes externos no es la misma ni afecta igualmente en toda la superficie cultivada, lo que exige actuaciones discriminadas y muy bien orientadas para maximizar la producción. Todo ello obliga a tomar decisiones constantemente, cuya repercusión puede ser crítica.